MUJERES QUE HABLAN DE MUJERES
Y con esta son cuatro las ediciones de este ciclo tan especial y necesario dedicado a las directoras vascas de cine. Y todavía queda alguna más. La mirada de las mujeres, de las realizadoras, siempre ha sido hurtada, escondida detrás o entre las miradas de muchos hombres. Y este ciclo viene a poner encima de la mesa una gozosa realidad: esa mirada está ahí, siempre ha estado ahí. Y es justo y a la vez excitante celebrarlo.
Siguiendo con el criterio temporal que ha guiado la construcción de este ciclo, este año es el turno de las cineastas nacidas a finales de la década de los 70 y principios de los 80 del pasado siglo. Su realidad no es la misma que vivieron sus predecesoras, y su percepción, sus intereses, su forma de mirar, tampoco. Hay cosas que alejan a estas directoras de las que vinieron antes, pero hay también muchas que las unen a ellas. La reivindicación de un lugar propio sirve de lazo de unión entre unas y otras, y termina conformando un ecosistema donde ellas, al fin, juegan un papel fundamental.
En los documentales y las películas de ficción que componen esta edición las realizadoras hablan mucho de las mujeres, de su mundo, de ellas mismas, de sus colegas y amigas, de las que abrieron camino, de las que siguen a su lado. Tres retratos, muy diferentes entre sí, moldean las figuras de Néstor Basterretxea en Señales de vida: Néstor Basterretxea (cuyo centenario se cumple este año), de Gentzane Martínez de Osaba y Alejandro García de Vicuña; de Elbira Zipitria, precursora de las ikastolas durante el franquismo, en un diálogo atemporal con la directora Maider Oleaga en Muga deitzen da pausoa; y de Eulalia de Abaitua, pionera de la fotografía en el Bilbao de finales del siglo XIX y principios del XX, cuya semblanza trazan Ainhoa Urgoitia y Enrique Rey en Norberaren gela. Historias más personales son las que nos traen Amaia Nerekan, que en Bost minutu aborda la dura situación que supone para una joven madre y su hijo el hecho de que su padre esté preso en una cárcel lejana, y Arantza Santesteban, que en 918 gau nos ofrece una seria y descarnada reflexión sobre lo que supusieron para ella esas 918 noches pasadas en prisión, la distancia que separa a la mujer que entró de la que salió. Hay otras dos historias colectivas: la de las mujeres que pelearon codo con codo con sus familiares para tratar de evitar el cierre de Euskalduna, la potente acería bilbaína, en una historia que nos acerca Larraitz Zuazo en Nosotras, mujeres de Euskalduna; y la otra se desarrolla en canchas de baloncesto, en polideportivos, en vestuarios, en habitaciones de hotel, los espacios donde conviven las protagonistas de Cabeza y corazón (Ainhoa Andraka y Zuri Goikoetxea), un documental sobre el equipo femenino español de baloncesto en silla de ruedas y su clasificación para la última edición de los Juegos Paralímpicos . Los personajes de Zarata, de Tamara García Iglesias, se mueven en un terreno donde confluyen la experimentación, el documental y la ficción. Relaciones de poder, relaciones tóxicas que inundan tanto el ámbito profesional como el personal. Mundos oscuros y peligrosos son los que se dan cita en la casa de campo donde se desarrolla La ama, de Arantza Ibarra y Luisje Moyano. El mundo del bondage, de la dominación y el sadomasoquismo oculta un mundo todavía más tenebroso. En Tratamos demasiado bien a las mujeres, Clara Bilbao nos presenta a una Carmen Machi de rompe y rasga, que tiene clarísimo que lo primero es ella, y lo segundo, también, en una historia bélica en tiempos del maquis. La última historia sucede en nuestros días. Con Cinco lobitos, Alauda Ruiz de Azúa triunfó en el festival de Málaga y obtuvo tres Goyas hace un par de años, en una historia de maternidad, de confusión, de dolor, de amor y de esperanza.
Mujeres que hablan de mujeres. Y de hombres. De la vida, la lucha, el trabajo, el cariño, la amistad y el amor. Mujeres que hablan de todo. Con sus propias voces.